Reflexión acerca de un gran personaje

AUTOR: Jorge Ernesto Carrillo Pérez

Secretaría de Vinculación

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL NORTE DE GUANAJUATO (UTNG)

 

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Solo una persona con el carisma del bien llamado “Padre de la Patria” pudo convencer a un puñado de parroquianos de emprender esta incierta lucha y posteriormente ir acrecentando el primer ejercito insurgente. 

 

Difícilmente otra persona hubiera logrado lo que Hidalgo, anteriormente ya se habían manifestado las inconformidades de los criollos, pero solo la personalidad arrolladora del cura de Dolores logró prender la mecha y detonar el movimiento independentista.

 

El movimiento de independencia en México no fue el resultado del capricho de determinado sector de la sociedad de aquella época, o la puntada de un caudillo, es resultado de una compleja serie de factores de todo tipo, es producto de la inconformidad de los criollos al saberse relegados del poder, por la impotencia de los novo hispanos al no ser tomados en cuenta para decidir en asuntos de su tierra y ver que en las decisiones importantes solo participaban los peninsulares. Por lo tanto no podemos remitirnos al hecho de que con el grito de Dolores inició el movimiento independentista, una cruzada de tal magnitud no surge como generación espontánea, aparece poco a poco alimentada con los ingredientes ya mencionados.

 

Además de los ingredientes existentes en la Nueva España, en la península se encargaban de acrecentar los malestares sociales, el constante incremento a los tributos para sostener la burocracia, la debilidad mostrada por la corona ante la presencia de las fuerzas napoleónicas en España, entre otras cosas, contribuyeron a mermar cada vez mas la credibilidad y fidelidad al rey.

 

De los intentos de independencia que se tienen registrados podemos citar; el ocurrido en 1793 cuando fue descubierta una conspiración en Guadalajara, en el conato participaron 200 criollos dirigidos por el sacerdote Juan Antonio de Montenegro, vicerrector del colegio de San Juan Bautista. En 1794, en la capital de la Nueva España, se produjo la conjura del contador Juan Guerrero. En 1799, también en la ciudad de México, tuvo lugar otra conspiración que en su momento se le conoció, sin tener una explicación a la mano, como la conspiración de los machetes. En 1809, es delatada y descubierta otra conjura, ello ocurrió en la entonces Valladolid, en esta última se sospechó de la participación de personas ilustres de San Miguel El Grande y Querétaro.

 

Es justo mencionar que en 1808, aprovechando las circunstancias debidas al quiebre de la monarquía española, Francisco Primo Verdad quien fungía como síndico del Ayuntamiento de la ciudad de México propuso, junto con el regidor Francisco de Azcarate, que el virrey convocara a todos los ayuntamientos de la Nueva España para formar un gobierno provisional, la respuesta de los peninsulares, que no tenían intenciones de ceder ni un ápice, no se hizo esperar con las consecuencias sabidas.

 

Si sabemos que el movimiento de Hidalgo no fue el primero, ¿Por qué fue finalmente el que dio pie al inicio de la independencia?

 

Respuestas puede haber muchas, los detractores de Hidalgo no se explican como un ser con tamaños antecedentes sanguinarios es considerado como héroe, destacan que Hidalgo permitió la matanza en la Alhóndiga de Granaditas y el posterior saqueo en las casa ricas de Guanajuato, que se auto nombró “Su Alteza Serenísima” en Guadalajara y que ahí mismo consintió el fusilamiento sin juicio previo de 300 españoles, señalan también que por los excesos cometidos fue degradado y despojado del mando del ejercito insurgente en su paso por Pabellón Aguascalientes, con encono mencionan su proclividad hacia las mujeres y su supuesta paternidad.

 

Esa es la parte obscura de nuestro personaje, es el ser humano que agobiado por la alta responsabilidad de liberar por la fuerza a un pueblo oprimido sin tener los conocimientos de la milicia, siente el peso del compromiso de cumplir con los anhelos libertarios largamente acariciados por los desprotegidos, por los dueños legítimos de estas tierras, quienes fueron despojados de las mismas por una horda de voraces colonizadores que no respetaron nada a su paso. Por eso lo que aluden sus censuradores no opaca en nada su lado de luz.

 

A su favor habla toda la obra que dejó, por si fuera poco la libertad que hoy disfrutamos, pero voy a referirme a una parte poco explorada de la bondad de Hidalgo, es sabido que los indios tenían la obligación de pagar tributo al rey, pero ¿como pagaban si sus raquíticos ingresos apenas les daban para mal vivir? de no pagar se hacían acreedores a sanciones y eran azotados. Don Miguel de su peculio pagaba el tributo de los indios de su parroquia, por lo cual en ello se gastó gran parte de su fortuna. Siendo rector en el Colegio de San Nicolás, ayudó económica y espiritualmente a muchos de sus alumnos, como sacerdote se marcó la consigna de no dejar bajo ninguna circunstancia sin auxilio espiritual a quien lo solicitara, cosa que cumplió cabalmente, por eso era tan querido por sus feligreses, estas son apenas algunas pinceladas de su bonhomía

 

Don Miguel Hidalgo fue una persona carismática, sumamente querido por sus feligreses, admirado por cuantos entablaban conversación con él, seducía con su discurso colmado de conocimientos, lo mismo establecía plática con un encumbrado noble que con el mas humilde de sus parroquianos. Tal vez esto revele porqué los primeros insurgentes lo siguieron incondicionalmente en esa incierta aventura.

 

Para tratar de explicar el carisma y aceptación que tuvo Hidalgo con sus seguidores me referiré al trabajo del filósofo e historiador escocés Thomas Carlyle quien a mediados del siglo XIX publicó una tesis acerca los héroes. Su interés principal no era el estudio del héroe en sentido mitológico, es decir, el ser humano considerado hijo de un dios o una diosa, sino en el de varón ilustre y reconocido por sus hazañas y virtudes, cuya existencia se ponía en duda y discutía la posibilidad de que pudieran renacer.

 

Son seis los semblantes que puede adquirir un héroe según Carlyle: divinidad, profeta, poeta, sacerdote, hombre de letras y rey. Ante todo, el héroe es para el filósofo y autor escocés un hombre sincero, como él mismo los subraya, una gran alma, un auténtico ser humano, porque de no ser así carecería de las condiciones indispensables. Una sinceridad profunda, íntima, que surja del corazón, es la característica de alguien capaz de heroicas empresas.

 

En todo héroe sobreviven las formas elementales y más antiguas de la tipología heroica: el dios y el profeta. Éstos se renuevan para adquirir el aspecto de seres humanos que desempeñan roles importantes en cada época y cada sociedad. En palabras de Carlyle: “Este es el hombre que llamamos original: el que viene a nosotros como un mensajero con nuevas de lo infinito desconocido, de las tierras ignotas de la inmensidad. Llámesele como quiera, poeta, profeta, dios; todos, de un modo o de otro, sentimos que las palabras que sus labios profieren no son como las de los demás hombres. Proveniente de lo más profundo, de lo más íntimo de la realidad de las cosas, vive, precisamente tiene que vivir conforme a ellas, en directa y constante comunión con ese hecho, con esa realidad”.

 

De acuerdo con esas características, Miguel Hidalgo reunió en sí las particularidades del profeta y del sacerdote. Dotado de una luz de inspiración, se torna capitán espiritual del pueblo, un vidente capaz de ver a través de las apariencias de las cosas. “Propiedad fue siempre de todo héroe, en todos tiempos, lugares y situaciones, la de volver a todo trance a la realidad de los hechos, la de estar sobre la realidad de las cosas y no sobre sus apariencias y simulaciones”. De este modo, el cura de Dolores se dio cuenta de que en la Nueva España había que terminar con el banquete que se servía en la mesa para una minoría, mientras el común de los novo hispanos tenía que conformarse con platos de menor categoría o con simples migajas, y que la violencia era la única salida.

 

En aquellos momentos aciagos difícilmente otra persona hubiera tenido el mismo poder de convocatoria que el cura Hidalgo, quien pronto se convirtió en líder de la conspiración de Querétaro y de todo el movimiento insurgente. Como apuntó Emilio Rabasa en La evolución histórica de México (1920): “La personalidad de Hidalgo puede discutirse; puede ser tachado, como hombre, de crueldad; como soldado, de impericia; pero no puede negársele el genio de caudillo que seduce a los pueblos, que los levanta en masas ciegas, que obra sobre ellos por sugestión irreflexiva y propaga por contagio y como por necesidad involuntaria”.

 

Para concluir, Miguel Hidalgo fue un héroe, no con la connotación manejada hasta ahora, sino en el sentido que le dio Carlyle, un hombre franco, sincero, veraz, que supo señalar e inculpar a un gobierno viciado para devolver el orden a la nación y a sus naturales.

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