El sentido de vivir la Historia de México

AUTOR: Alejandro Lugo Martínez

Docente

Escuela del Nivel Medio Superior, Guanajuato

UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO

 

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A partir del acontecimiento  llamado y reconocido como “Independencia de México” se trata de hacer una lectura de interacción y empatía histórica de manera paralela con otros acontecimientos, épocas y culturas con el fin de adquirir significados y sentidos que permitan a los mexicanos reconocerse como una cultura dominante. Así mismo, implica el uso del lenguaje que caracteriza y es propia de esta identidad cultural. Algunos de los sentidos y significados que se extraen de esta lectura empática y paralela son: la muerte, la palabra simbólica, la dimensión espiritual, la mujer, la orientación hacia la conformación de una identidad cultural, el mestizaje, y su manera de ejercer su hegemonía. 

 

RESEÑA

 

Vivir la historia con el propósito de formar y adquirir una identidad cultural dominante y de esta manera reinvindicar nuestra hegemonía, requiere de ir más allá de las condiciones de aprendizaje y enseñanza de la historia de México en relación con las categorías racionales, empíricas y positivistas que convencionalmente se han desarrollado. A partir del acontecimiento  llamado y reconocido como “Independencia de México” se trata de hacer una lectura de interacción y empatía histórica de manera paralela con otros acontecimientos, épocas y culturas con el fin de adquirir significados y sentidos que permitan a los mexicanos reconocerse como una cultura dominante. Así mismo, implica el uso del lenguaje que caracteriza y es propia de esta identidad cultural. Algunos de los sentidos y significados que se extraen de esta lectura empática y paralela son: la muerte, la palabra simbólica, la dimensión espiritual, la mujer, la orientación hacia la conformación de una identidad cultural, el mestizaje, y su manera de ejercer su hegemonía. 

 

Identidad Cultural Dominante:

 

Durante mucho tiempo nos hemos concebido y definido como una cultura subyugada, dominada, conquistada, vencida e inferior. No obstante, al igual que otras culturas como la griega y los judíos a pesar de que hayan sido dominados y conquistados fueron capaces de someter, dominar e influir de tal grado que han impactado a nivel mundial a través del tiempo. La primera en cuestión de la civilización y la segunda en las cuestiones morales de la cultura occidental. Sí es necesario admitir el hecho de ser una cultura conquistada y dominada pero es necesario reconocer, identificar y promover aquellas condiciones y características que nos permitan constituirnos como una cultura capaz de influir y dominar a otras culturas.

 

Reinvindicar nuestra hegemonía:

 

Nuestros antepasados tuvieron la condición de conformarse como Señoríos, fueran los náhuatl, los mayas, los olmecas, los toltecas, etc. Es cierto que el “dolor cósmico”, resultado de la conquista, nos hizo vivir en una sombra aparente, sin embargo, cada vez es más importante reconocer que la condición de ser una cultura mestiza gradualmente se ha convertido en un poder potencial de dominio e influencia sobre otras culturas. Por ejemplo, la dependencia de producción.

 

Categorías racionales, empíricas y positivistas:

 

La influencia que tiene el paradigma empírico analítico en el desarrollo y fortalecimiento de las ciencias naturales ha condicionado la manera de proponer y transmitir el conocimiento histórico a través de categorías de causalidad, secuencia de hechos, evidencia (objetividad) de datos. Lo cual no considero que sea inconveniente, pero considero que ha hecho falta integrar paradigmas de carácter interpretativo para propiciar aprendizajes de la historia a partir de sentidos más que de verdades.

 

Interacción y empatía histórica:

 

Reconocer el sentido que tuvieron los acontecimientos y sus protagonistas así como establecer un nexo, un paralelismo, con otros acontecimientos y personajes en distintos momentos para identificar los rasgos comunes que comparten y que van conformando una identidad cultural o hegemonía.

 

Significados y sentidos:

Rasgos, características, atributos, valores, esencias que se intuyen en los distintos acontecimientos y personajes entendiendo, no comprendiendo, una estrecha relación entre ellos que permiten definir una identidad o perfil y así reconocer sus potencialidades así como sus limitantes.

 

Breve relato entre dos seres que se aman acerca del sentido de vivir la historia

 

Haz de saber, corazón de jade, que la vida, nuestra vida, collar de turquesas, sólo tiene sentido cuando los hombres y las mujeres son capaces de vivir la historia y vivirla es dotarla de una serie de significados donde cada uno de nosotros nos definimos para llegar a ser alguien y juntos formemos una cultura.

 

Seguramente tienes presente, por las voces de tus padres, el día cuando el sol y la luna te recibieron en esta existencia; cuando el viento acarició tu rostro y tu nariz bebió del soplo que hasta la fecha ha mantenido encendida la llama de la vida y que tú custodias en tu corazón que, como aguda obsidiana, derrota día a día a la muerte que más delante nos alcanzará.

 

Te das cuenta que aunque tu mente se embellece por la frente que muchas veces cambia de tono por el movimiento de tu cabellera sólo tiene presente las vivencias que  han de caber en tu corazón. No es tu razón la que se encarga de depurar, clasificar y ordenar la importancia y secuencia de los hechos. Más bien, tu corazón es quien diseña y traza la historia pues sólo por el corazón los seres que vivimos en este mundo nos toca evadir la tentación de quedar atrapados en las interrogantes racionales de cada uno de los hechos. ¡Vaya sangre fría la de ver la vida de esta manera! Sólo es así que  el corazón, sólo él, es capaz de vivir el llanto y la alegría, la pasión y el dolor, el error y el acierto, lo que te humilla pero también lo que te engrandece.

 

Ya sabrás, por tanto, Beyatzin, por qué en el corazón sólo lo que es vida y sentido tiene cabida en él. El corazón sólo busca definirte, consolidarte, darte un rostro y un corazón, una identidad que te permita enorgullecerte de tus raíces, de tus progenitores,  que a pesar de sus limitantes y defectos fueron capaces de ponerte al inicio de una senda que deberás recorrer con los significados que conserves en tu corazón. Cada uno de ellos iluminará tu andar, te dará vigor en las cuestas y será bálsamo en tus caídas.

 

Si no llenas tu corazón de significados andarás por la vida sin saber quién eres, sin una identidad. Buscarás razones que puedan justificar y explicar tu proceder y por ello te avergonzarás de tu pasado, te burlarás de tu presente y renunciarás a tu futuro. Todo será confusión. Y sólo con vida, tu corazón se alimentará de sentidos y una emoción constante hará vibrar tu inmaculado cuerpo que te hará cantar, bailar, llorar, reír, apasionarte por el rostro que has podido reconocer de tu cultura.

 

Beyatzin, abre tu corazón y haz historia viviéndola, no recordándola ni explicándola porque de esta manera te conviertes en juez cuando te olvidas que tu ser fue un don gratuito de quienes te precedieron. Más bien haz de decorar con tus manos de Ehecacotzcatl  cada fibra de sentido que tu corazón ha almacenado para unirlos entre sí y diseñes un mantra que te dé una dignidad, un ethos, una cultura, un sentido de ser y de gozar la vida.

 

Por eso cuida que tu corazón no se endurezca ni se seque porque te harán delirar y podrías caminar con una máscara, con una coraza tan pesada que fácilmente te hará caer, te hará hablar un idioma que no es el tuyo y te engañarás sintiéndote grande con pies de barro. Podrías adorar dioses falsos que te hagan olvidar tu ethos, tu razón de ser, tu cultura.

 

Encontrarse con la historia es más que abrir un baúl de los recuerdos. Es  introducirse en una dimensión de vida, es quedar suspendido en el tiempo y es formular una serie de identificaciones empáticas que dan al ser humano la capacidad  de dar sentido a su existencia.

 

Cuando los seres humanos vivimos la historia, querida quincunce,  yo no planteo la noción de estudio, revisión o investigación,  no nos queda otra opción más que adquirir el compromiso de encontrar los sentidos que nos ayuden a definir, recuperar y desarrollar lo más valioso de nuestra identidad: nuestra hegemonía.  Cuando nos dirigimos hacia aquel espacio sagrado de nuestro hogar que es donde tenemos los álbumes, estos testigos de nuestra vida más significativa, lo realizamos para recuperar la conciencia de lo que somos y no sólo de añorar lo que fuimos o dejamos de ser.  Estos breves paréntesis que abrimos en nuestra vida cotidiana son una pausa necesaria e indispensable para llevar a cabo el encuentro consigo mismo. Es encontrarse con los elementos, las circunstancias, los factores, los hechos, los seres, las imágenes, las palabras, los símbolos y signos que nos han definido.

 

Estas acciones de encuentro van más allá de un ejercicio de memoria, es vivir la experiencia de lo significativo. Quien vive la historia en esta dimensión no establece las categorías de dividir el tiempo en pasado, presente y futuro, lo cual ha sido una manera en la que hemos aprendido a estudiar, no vivir, nuestra historia. Ya hemos sabido que los criterios dominantes de la escuela positiva francesa y el enfoque empírico analítico nos han influido para no ver en la historia más que datos, información, relaciones de causalidad, pero poco, muy poco hemos aprendido a vivir la historia como una experiencia de lo significativo. Por ejemplo, la mayoría de los seres humanos podremos no tener presente la fecha y hora exacta, o el color de la ropa y hasta los motivos por los cuales realizamos una acción determinada, más bien lo que tenemos presente es aquello que tuvo significado y nos ha permitido definirnos.

 

Beyatzin, tú me preguntas: ¿cuánto tiempo pasará? ¿Falta mucho camino por recorrer? ¿Habrá un día en que nos daremos cuenta de nuestra hegemonía? ¿Será  nuestra historia la que nos devuelva la conciencia de ser una cultura dominante y fuerte? ¿Cuánta sangre será derramada? ¿Cuántas vidas habrán de ser sacrificadas? ¿O todo se logrará por vía pacífica como “El abrazo de Acatempan”?  Sólo te puedo decir que únicamente nos queda seguir viviendo la historia para darle sentido.

 

Por lo pronto, amada Beyatzin, déjame ver en tus ojos la identidad que da sentido a mi existencia y llena a mi corazón de sentidos y significados.

 

Quise iniciar esta reflexión crítica mediante un pequeño relato de una manera similar al pasaje donde el padre náhuatl revela a su hija el sentido de la existencia humana y del modo como debía vivir una mujer de esa cultura (1) para escribir lo que ha motivado en mí la reflexión acerca de la conmemoración de estos acontecimientos de gran trascendencia para nuestra historia, nuestra cultura y nuestro tiempo.

 

Durante el tiempo que he dedicado a la lectura de libros de la historia de México, éstos me han  cautivado hasta  darme cuenta de que no sólo debemos leer la historia como el recuento de acontecimientos y personajes relevantes,  identificándolos, describiéndolos, conocer sus “secretos”, explicándolos, sino como una manera de encontrarse a sí mismo y descubrir el enorme secreto que tal vez muchos historiadores han ocultado intencionalmente: No sólo somos una nación con raíces culturales fascinantes y maravillosas, un mosaico de colores, olores y sabores,  que es lo que generalmente se intenta en las escuelas promover o vender mercadotécnicamente, sino que en este devenir de acontecimientos se oculta una identidad que reclama emerger y liberarse de la losa racional con la que se le ha sepultado. Somos una cultura dominante, una cultura fuerte y que sólo lo descubrimos cuando consideremos a la historia de México como una vivencia y, más que la suma y evidencia de datos, mediante la elaboración de sentidos  nos darán a conocer los rasgos esenciales de nuestra cultura.

 

Es cierto que nuestra cultura no es una condición de raza superior y pura a la manera del Übermensch o superhombre nietzscheniano. Tampoco una raza ungida y elegida por el Señor de los Ejércitos como los judíos o un Ejército de Salvación como alguna vez la nación norteamericana se manifestó a las demás naciones resultado de revelaciones en sueños como las tuvo Monroe. Somos una cultura derivada del mestizaje, lo que significa que nuestra sangre es híbrida y reclama los sentidos que orienten su quehacer y conformación.

 

A la manera del pensamiento náhuatl, los sentidos son como esas verdades con raíz, esas flores y cantos que se obtienen de la poesía (2). Aprender a concebir y valorar la historia de México como una poesía más que el conjunto de datos empíricos es, desde mi punto de vista, la clave para reconocernos y proyectarnos como una cultura dominante. Hacer poesías con los hechos de nuestra historia es lo que embriagará nuestros corazones y nos harán decir palabras verdaderas, palabras con sentido, con raíz que nos definan.  Lo cual no significa la muerte de la crónica y la causalidad sino que también  estos recursos historiográficos deben llenarse de sentido.

 

Fomentar el conocimiento de la historia  ajena al necesario desarrollo y formación de la conciencia e identidad cultural, es llenar la mente de datos pero sin alma, sin espíritu. Las verdades por sí mismas no otorgan el sentido que definen a una identidad ni reivindican a una cultura, a menos de que estas verdades se transformen en poesías, en vivencias estéticas más allá de las categorías racionales, empíricas y positivas.

 

La fragmentación en el estudio de la historia es de lo más amenazante en la recuperación y formación de la identidad cultural. No recuperaremos ni muchos menos lograremos concebirnos como una cultura dominante, ni  la hegemonía, si nos empeñamos en enseñar y aprender la historia, sobre todo, de una manera fragmentada. La historia es vivir dando sentido a lo que somos. Los tiempos en que se acostumbra a fragmentar a la historia se unifican y cobran sentido en la identidad, en la configuración de la hegemonía.

 

Estimado lector, este es mi objetivo que quiero dejar muy en claro al momento de compartir contigo lo que para mí ha sido el secreto de nuestra historia. Yo jamás escuché de un maestro de historia que tuve, desde primaria a profesional, que México es una cultura dominante, con una hegemonía que debe ser recuperada. Es evidente que con una postura mediadora y prudente podemos aprender nuestra historia con una actitud criticista y moralista lo cual nos convierte en jueces de todos los que protagonizaron los acontecimientos de la historia. Y esto nos aleja y separa de adquirir una identidad lo cual es necesario e indispensable para fortalecer una cultura y, con ello, ejercer y manifestar la hegemonía.

 

¿Cuáles son entonces esos sentidos? ¿En qué momentos de la historia se identifican? ¿Qué personajes han aportado estos contenidos? ¿Cómo saber reconocer los indicadores que promueven y conforman la identidad y la hegemonía?

 

Esta es la labor de un historiador que se compromete en fomentar y desarrollar la identidad cultural promoviendo la actitud en los estudiantes de forjar sentidos en su corazón más que conocimientos y juicios en su mente. Una acción necesaria es visualizar holísticamente los acontecimientos: los hechos suceden y valen porque forman parte de los sentidos que contribuyen a definir nuestra identidad y hegemonía.

 

Por tanto, es adquirir el don de correlacionar los momentos, las frases, los ideales, los protagonistas, los silencios. Es la habilidad de establecer triangulaciones más que relaciones de causa y efecto (o consecuencias). Tendremos que dejar de aprender la historia  de la Independencia, de la época virreinal, de la época prehispánica, del México moderno, del México actual, del México profundo, en lugar de ello hemos de vivir la historia de una identidad cultural mexicana, de nuestra hegemonía, lo que se ha logrado, lo que nos ha perdido y confundido, lo que se ha retrocedido y lo que nos falta por recorrer, lo que nos define, nos distingue y nos acerca.

 

Es iniciar un proceso de leer y vivir la historia mediante interacciones temporales y paralelismos. Ya no se trata de encontrar razones que nos ayuden a comprender nuestro presente en función de nuestro pasado para visualizar nuestro futuro. Ha llegado el momento de que maestros, estudiantes y todas las personas sepamos interpretar la historia, por lo que debemos empatizar con ella para reconocer la identidad y hegemonía que habremos de recuperar. 

 

La interacción temporal implica el recurso estilístico del paralelismo utilizado en la poesía náhuatl que era el de la repetición, la similitud, la continuidad de frases e ideas (la repetición no se refiere a la mecanización memorística de datos, sino de encontrar relación entre un acontecimiento, un personaje, con otro). Así mismo, en la historia como definición de la identidad los hechos no tienen sentido si se explican y razonan de manera separada y sincrónica.

 

Leer la historia e interpretarla  a manera de midrash (3), un “tríptico” donde los rasgos de identidad y hegemonía están presentes e indican la manera o el nivel en que se están demandando o ejecutando, a partir de las condiciones que vivimos actualmente lo cual nos dará las bases para promover la reivindicación, advertir de los excesos, deformaciones, carencias o relajaciones. Así pues, desde esta perspectiva, es necesario reconocer los signos y significantes por los cuales nuestra cultura se significa.

 

En esta reflexión no pretendo agotar todas las significaciones que están en la base de nuestra historia, muchas veces ocultadas o sepultadas,  ni tampoco las más importantes, sino las que para mí tienen un sentido, resultado de la interacción histórica y paralela. Por ejemplo, si aprendo a reconocer  que  México es  libre e independiente, esto no quiere decir que  se haya logrado en un tiempo determinado de su historia sino que ya lo era. Si hablamos de una actitud religiosa monoteísta no es que se haya aprendido en otro momento histórico, sino que ya se era. Si aspiramos a una cultura ordenada, limpia, sana, pues esto ya se poseía. El mejor ejemplo que podemos reconocer como pauta de autoconcebirse se encuentra en los diálogos entre los Tlamatinime y los doce frailes españoles que vinieron a realizar la conquista espiritual. (4)

 

Con todos estos elementos he tratado de obtener los significados que paralelamente aparecen en el momento de la lucha por la independencia en México así como en otros momentos por ejemplo:

 

1.- El sentido de la muerte como inmolación y sacrificio.

2.- El sentido de la palabra como revelación de un proceso liberador que manifiesta la hegemonía no eliminada y  latente.

3.- El sentido de la dimensión espiritual como  fuente de inspiración y orientación en los movimientos bélicos.

4.-  El sentido de la presencia e intervención de la mujer como ejemplo de la identidad libre e iniciadora de los procesos de liberación y transformación.

5.- El sentido de orientación en los procesos de conformación de la identidad cultural y la hegemonía.

 

Cabe la aclaración de que esta forma de vivir la historia va más allá de encuadrarla en el uso forzoso del lenguaje profético, sino a través de un lenguaje  interpretativo a manera de los recursos fenomenológicos que se orientan a la búsqueda de lo esencial, de su definición. Sin embargo, es necesario considerar que en la búsqueda de la identidad y la hegemonía, los recursos de análisis e interpretación no se limitan a las categorías racionales del método científico o de considerar una historia eminentemente positivista.

 

La historia como vivencia integra las diversas formas de pensamiento humano que entre sí proporcionan el sentido que define la identidad de nuestra cultura. Es evidente que muchos datos se desconocen , sin embargo,  podemos interpretar y con ello adquirir el sentido que necesitamos para definir nuestra identidad y la hegemonía.

 

La interpretación en el análisis histórico la hemos empleado para tratar de rescatar la validez lógica y congruente del hecho como tal, quizás para obtener la aproximación más convincente con la verdad, prescindiendo del sentido que nos puede orientar como una cultura.

 

El momento de la historia conocido como la Independencia de México nos obliga a establecer una interacción histórica con otros momentos de  gran relevancia y significado para nuestra identidad cultural. Muchos pueden considerar este momento como el inicio de la modernización en México, de una transición occidental tradicional, casuística , hacia una cultura occidental liberal, racional y positiva, o como la guerra de hambre emprendida por una clase social que no podía rebasar las condicionantes de la clase social colocada en la punta de la pirámide.

 

La búsqueda de la identidad nos lleva a reconocer y valorar el nacimiento de la cultura mestiza porque no se pretende llegar a un favoritismo exacerbado hacia alguno de los polos establecidos entre las culturas autóctonas y las culturas occidentales (española, francesa o sajona). Somos una cultura mestiza resultado de estas polaridades y las que de manera intermedia también (mulatos, zambos, etc.) han contribuido a diversificar el mestizaje.

 

Por tanto, la independencia de México no debiera limitarse al hecho objetivo de la separación política administrativa de la madre patria sino que se debiera valorar como una fase de la consolidación del mestizaje, el proceso de configurarnos como una cultura mestiza, como el proceso de nuestra hegemonía. Es así que la Historia de México, pudiera ser reconocida y señalada como la historia de nuestra identidad cultural, de nuestra hegemonía. La historia de los sentidos y significados de nuestra identidad como una cultura dominante.

 

Nuestra identidad cultural debe partir del concepto de mestizaje: no somos una raza ni cultura pura. Nuestra realidad mestiza es compleja, diversa, desigual, constantemente influida, expuesta, vulnerable pero que en el mundo actual, el mestizaje ha sido la manera más discreta y eficiente de influir al resto de las culturas. Por eso es muy importante seguir fomentando la vivencia de la historia mediante la obtención de significados que nos configuren como una cultura dominante.

 

Notas

 

(1)  LEON-Portilla, Miguel. Los Antiguos Mexicanos. Págs. 150-156 

(2)  GUERRERO, José Luis. Flor y Canto del Nacimiento de México. Pág. 241.

El autor señala que la expresión “flores y cantos”, In xóchitl In cuicatl, es una forma estilística del lenguaje náhuatl que hace referencia a todo lo mejor y  que es dable concebir a la mente humana y corresponde al poema, al arte, a la sabiduría, la filosofía o el simbolismo de acuerdo con una adecuación a nuestras categorías conceptuales y lingüísticas.

(3)  Midrash, de la raíz darash que significa “buscar”, se refiere tanto al método interpretativo como a las obras compuestas según este método. Hay dos clases de Midrash: el hálakah, de halakhot (leyes) significa camino, por lo que se refiere a la búsqueda de reglas de conducta o leyes. El Midrash aggadah (narrar) pretende, sobre todo, edificar. El Midrash es un recurso hermenéutico de la tradición Sacerdotal (P) de la Biblia para releer las tradiciones en el contexto del destierro para encontrar allí sentido y esperanza.

(4)  LEON-Portilla, Miguel. La Filosofía náhuatl. Págs. 130-133.

El diálogo con los doce es un documento que expresa el reclamo, protesta y desacuerdo de los Tlamatinime a los frailes franciscanos acerca los ataques injustos que hacían éstos últimos a las enseñanzas de sus doctrinas. Aún a sabiendas de que arriesgaban su vida (de hecho, cuatro de ellos fueron muertos por ataque de perros (“aperreamiento”) fueron capaces de decir lo siguiente: “Vosotros dijisteis que nosotros no conocíamos al Señor del Cerca y del Junto...dijísteis que no eran verdaderos nuestros dioses...Y ahora nosotros destruiremos la antigua regla de vida? Oid, señores nuestros no hagáis algo a nuestro pueblo que le acarrée la desgracia, que lo haga perecer. Haced con nosotros lo que queráis. Dejádnos pues, ya morir, dejádnos ya perecer puesto que nuestros dioses han muerto”.

 

Bibliografía

 

BASAVE Fernández del Valle, Agustín (1989) Vocación y Estilo de México, Ed. Limusa-Noriega, México.

BONFIL Batalla, Guillermo (1990) México Profundo, Ed. Grijalbo, México.

GUERRERO, José Luis (1990) Flor y Canto del Nacimiento de México, Librería Parroquial de Clavería, México.

HEIDEGGER, Martin (1992) Arte y Poesía, Fondo de Cultura Económica, Primera edición en español, México.

HELLER, A. (1992) De la Contingencia al Destino. Ed. Isegoría, Madrid.

LEON-Portilla, Miguel (1966) La Filosofía Náhuatl. UNAM, tercera edición,  México.

LEON-Portilla, Miguel (1987) Los Antiguos Mexicanos, Fondo de Cultura Mexicana, México.