Los Jóvenes: Agentes de Cambio

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  Reseña:

 En el momento actual como resultado de una sociedad necrófila, es emergente que como individuos asumamos nuestra responsabilidad en un ejercicio democrático bajo un enfoque ético, cívico y axiológico, en donde los principales responsables son las autoridades familiares y educativas en conjunto con la juventud, para fomentar actitudes biofílicas que generen un cambio social.

 

M. en. C. Erika Vázquez Juárez

Profesora de Tiempo Completo

Universidad Tecnológica del Norte de Guanajuato (UTNG)

Dolores Hidalgo, Gto.

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Palabras claves:

 

Axiología.  Área de formación en valores que conlleva a una conducta colectiva que consolida a la sociedad por la reiteración de acciones individuales, mutuamente referidas y complementarias en su manifestación externa.

 

Biófila: Conductas, comportamientos a favor de la vida, fomentan el crecimiento y el desarrollo integral de las personas, conllevando a la mejora social y consolidación de las estructuras sociales.

 

Civismo: Proceso formativo que contribuye a la convivencia y participación democrática de las y los ciudadanos, mediante el desarrollo de un conjunto de competencias que los hacen concientes de la importancia del ejercicio de sus derechos, el cumplimiento de sus obligaciones y participación política.

 

Educación: Función familiar y docente de formar con compromiso y responsabilidad, no sólo en lo académico, sino en el sentido humanizante, de modo que trascienda en un actuar biófilo.

 

Necrófila: Conductas destructivas, tendencia humana a dañar, que pone en riesgo tanto al individuo como a la sociedad entera.

 

Como nunca en la historia política de México en tiempos electorales, hemos visto cómo un partido político atacaba a quien representaba su competencia, cómo medios masivos de comunicación y con mayor impacto las televisoras, se prestaron a desvirtuar la información política, promoviéndola incluso en la cultura de consumismo que se vive actualmente, como un producto vendible (mercadotecnia versus honestidad), en lugar de proporcionar lo más cercano a lo real, lo verdadero (concientes de que esto es relativo en tanto que no hay verdades absolutas pero sí valoraciones lógicas e inteligentes), donde la razón y obligación primordial de los medios masivos es promover la civilidad, la transparencia en la información, el análisis objetivo, en una palabra: educar. 

Por otra parte, grupos sociales simpatizantes o partidistas atacándose unos a otros, como si su estrategia del triunfo radicara en la máxima descalificación del otro y no en la evidencia de su capacidad de liderazgo, en el más amplio y legítimo sentido de lo que involucra tal palabra. Se vive pues, el  “boom” de lo grotesco y caricaturesco con un afán de denigrar y atacar al oponente, olvidando que somos un mismo pueblo con una historia y un origen, ¡mexicanos!, de modo que se han dejado de lado los principios básicos de sociabilidad: el civismo y la democracia.

 

Algunos opinan que México ha despertado, que hay mayor conciencia política y social que en otras épocas, que los jóvenes están reaccionando, de modo que fueron aplaudidas manifestaciones como Yo soy 132, pero había que analizar, sin restarle su mérito o legitimidad si así fuera, en la medida de la producción de resultados para el bien común y no sólo para un sector o partido.  

 

Es en este punto, de resultados, donde cuestionamos si efectivamente se promueve la democracia no sólo por parte de este movimiento o cualquier otro, sino incluso por parte de los mismos partidos políticos o aún de quien resultó electo, si verdaderamente estuvieron y aún están en la búsqueda de ejercer el derecho de participar en la política y del ejercicio pleno como ciudadanos en convivencia cívica que permita mejorar y transformar nuestro entorno, de tal manera que vivifique, que fortalezca a la sociedad, o dicho en otros términos, que impulse los aspectos biófilos sociales y no los necrófilos, cuya tendencia está manifiesta en todas las áreas de nuestra sociedad actual, constatándolo en las campañas políticas, el bulling en las escuelas, el exceso de libertinaje, el incremento de embarazos no deseados que desembocan en abortos o madres solteras con los altos niveles de violencia e inseguridad que predomina en diversos sectores del país.

 

Es entonces esto último lo que debe preocuparnos y ocuparnos.  Llevamos dos sexenios esperando cambios, que equivocadamente esperamos vengan de quien funja como presidente, dejando de lado que somos 112 millones 336 mil 538 habitantes[i] que podemos hacer y aportar mucho e incluso tal vez más que el mismo presidente al no contar con una mayoría que le apoye en las reformas o autorizaciones de recursos o proyectos… de modo que si la suma de nuestro actuar de los millones que somos, la aunamos a los proyectos institucionales (escuelas por ejemplo), se potencializarían los resultados. Ya lo dice Jorge Sánchez Azcona:

 

La lucha para equilibrar y dignificar al poder a través del desarrollo de una cultura democrática, debe apoyarse en la educación –en primera instancia la familia y la escuela-, y la incorporación de un marco ético en el orden jurídico, que reconozca como fundamento de la sociedad a la que rigen dichas normas, principalmente los valores de justicia y libertad.[ii]

 

Es así que tenemos el compromiso y la obligación moral y social, padres de familia, docentes, autoridades en general, de trabajar arduamente en la formación y reestructuración, en caso de ser necesario y si fuera posible, en dos áreas preponderantes: en nuestros jóvenes, que son hoy nuestro futuro a corto plazo, por lo que resulta urgente redireccionar la tendencia necrófila; y en segundo término en nuestros niños, garantizándoles una supervivencia en valores, una mejor calidad de vida, un desarrollo íntegro, una evolución no sólo tecnológica, sino humana, que aporte futuros líderes políticos comprometidos con su nación y no impulsados por el lucro o la búsqueda de la propia satisfacción en lugar del bien común, como lo hemos visto hasta ahora.

 

Si una sociedad fortalece los aspectos biófilos del comportamiento de sus miembros, es decir, las acciones a favor de la vida, del crecimiento y desarrollo integral de las personas, tal sociedad crece y se consolida basada en las potencialidades de quienes la conforman. Si por el contrario, las estructuras sociales fortalecen conductas necrófilas y destructivas, esto es, acciones que limitan las potencialidades innatas del ser humano, dicha necrofilia pone en riesgo tanto la sobrevivencia particular de quienes participan en dicha sociedad como la de la propia estructura social.[iii]

 

Ahora bien, es momento de cuestionarnos -antes que a las instituciones políticas y públicas-, como padres de familia o docentes, ¿de qué manera limitamos las potencialidades innatas de nuestros hijos o alumnos, sean niños o jóvenes? o bien ¿cómo las impulsamos? Concientes que educamos más con el ejemplo, con nuestro actuar diario que con palabras o conceptos teóricos que deben ser avalados con nuestro comportamiento, nos reta no sólo a ser mejores padres, docentes y ciudadanos, no sólo a estar a la vanguardia y en constante capacitación, sino también a ser congruentes y consistentes.

 

Cabe señalar que algo fundamental que hemos perdido es el respeto a la autoridad. No sólo el reconocer a los ancianos, padres o maestros, sino a nuestros jefes mismos o autoridades, debemos aprender a respetar, por ejemplo, a quien ahora es el presidente electo, sea o no sea de nuestro agrado. 

 

En ocasiones los jóvenes reclaman a sus padres con frases como “yo no pedí venir al mundo ni ser tu hijo”, al revelarse a su autoridad o ante una situación incómoda por evadir alguna responsabilidad o compromiso, pero ¿cómo legitimamos o anulamos nuestra potestad?, o peor aún, cuánto reforzamos como aprobada esa conducta con nuestra actitud de desacreditación o desaprobación a nuestras propias jerarquías, que puede ser desde mi pareja, jefe inmediato, hasta la presidencia misma. Debemos estar concientes que el joven o el niño aprende de nosotros y que si no aprenden a respetar a sus progenitores no respetarán a sus maestros en el aula, a sus mayores, menos aún a sus iguales o menores, ni nada que simbolice autoridad o incluso motivo alguno de respeto, lo cual ya padecemos.

 

Lo anterior lo corroboramos perfectamente en los estragos que estamos viviendo. Nunca antes tanto vandalismo, nunca antes tantos “ninis”, nunca antes tanta enfermedad depresiva o comportamiento autodestructivo, nunca tanto pesimismo e indiferencia, nunca antes tanto consumismo-materialismo, nunca antes tanto adolescente envuelto en narcotráfico o como sicario, nunca antes tanta delincuencia en general cuyos protagonistas son jóvenes, adolescentes y hasta niños, victimados en prostitución infantil u otras enfermedades sociales fortalecidas por las conductas mórbidas.

Y pensar que el papel de estos jóvenes no sólo fue decisivo para quien hoy dirige nuestro país al ser más del 50% de la población de México, sino que sigue siendo decisivo para el cambio social, para el cambio político, para el resurgimiento de una nueva sociedad biófila, ya no como deseo, sino como necesidad urgente, en donde ellos, los jóvenes tienen un rol preponderante, y por ende, obligación de asumirlo. 

 

En especial, los universitarios, quienes al contar con el privilegio y la capacidad para acceder a una preparación superior, es su deber desarrollar un pensamiento crítico que les permita observar con un interés legítimo (que no podrá surgir sin la conciencia) la situación político-social desde sus diferentes caras para desarrollar, reinventar, nuevas formas de conducir al país, dejando atrás formas, costumbres o métodos que al día de hoy sólo nos han anclado al subdesarrollo, por ver el impacto más leve.

 

No obstante, nuestros jóvenes antes de actuar necesitan ser rescatados, necesitan ser redirigidos, reinventados, preparados. Es aquí donde entra la responsabilidad y la obligación de los padres de familia, del docente, de las instituciones en general. No podemos esperar a que alguien más lo haga, no podemos renunciar a la generación de este cambio sin antes empezar con actitudes de: esto ya no tiene remedio, no puedo hacer ya nada por mi hijo o esta generación sin sentido[iv]

Tenemos que educar y “Educar es sembrar las semillas que germinarán quizás después de nuestro tiempo existencial, pero si no las plantamos y cultivamos, estaremos legando incertidumbre y desesperanza en cuanto al porvenir de las nuevas generaciones.”[v]

 

Es decir, necesitamos promover el cambio a través de la educación, de la capacitación, de la evolución del ser humano no sólo a través de una inteligencia lógico científica, sino también emocional, axiológica. Necesitamos formar jóvenes más capaces, más crítico – analíticos, interesados en la vida y ejercicio de la política, partícipes del desarrollo social, ajenos a la libertad manipulada, dirigida por el mercado a través de los medios masivos de comunicación, sino que al contrario, cuestionen, generen opinión y actúen bajo un ejercicio ético, cívico y democrático que les dé posibilidades de progreso, cuestionar la realidad en la viven y transformar.[vi]

 

Pero todo lo anterior no será posible si nosotros, como autoridades actuales, no cambiamos nuestro proceder, si seguimos siendo tolerantes a su falta de respeto, a su incumplimiento, a su conformismo, a su desinterés… Comencemos a romper con el temor a exigir, a hacernos valer como autoridad,  por nosotros, por ellos, por nuestros niños. Actuemos pensando no en el momento inmediato sino en formas que exijan en el presente con impacto futuro, de generaciones actuales y venideras.

 

Eduquemos fortaleciendo a la familia como grupo social básico, eduquemos con trascendencia, cuidado, compromiso, responsabilidad y respeto.  Eduquemos dignificando, con seguridad y certeza de que queremos un México mejor.



[i] INEGI.  www.inegi.org.mx Censo de Población y vivienda 2010.

[ii] SÁNCHEZ Azcona, Jorge. Ética y Poder. P. 77

[iii] SÁNCHEZ. Op. Cit. P. 78

[iv]  FRANKL, Víctor, en su libro El hombre en busca de sentido, p. 105; citado por Jorge Sánchez Azcona, Op. Cit. p. 101, trata de prevenir lo que él llama “no future generation”, una generación sin sentido y sin futuro.

[v] SÁNCHEZ. Op. Cit. P. 87

[vi] VILLEGAS Lomelí, Elia Guadalupe. www.filos.unam.mx/.../Los_jovenes_y_su_participacion_politica.pdf

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

  1. FERNÁNDEZ Poncela, Ana María.  “Elecciones, jóvenes y política”, Convergencia, septiembre-diciembre, año 6 número 20, UNAM, 1999, pp.129-139.

 

  1. HERNÁNDEZ  Padilla, Remberto (1995). Historia de la Política Mexicana. EDAMEX, Quinta Edición, México.

 

  1. IFE. Estrategia Nacional de Educación Cívica para el Desarrollo de la Cultura Política Democrática en México 2011-2015. (2011) Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica. México.

 

  1. INEGI. www.inegi.org.mx Censo de Población y Vivienda 2010.  Consultado el 19 de junio de 2012.

 

  1. SÁNCHEZ Azcona, Jorge (2010). Ética y Poder. Editorial Porrúa. Sexta Edición. México.

 

  1. VILLEGAS Lomelí, Elia Guadalupe. www.filos.unam.mx/.../Los_jovenes_y_su_participacion_politica.pdf Los jóvenes y su participación política: el papel de los universitarios en una renovación política. Consultado el 18 de junio de 2012.